La desinformación es uno de los grandes (e irónicos) azotes de la era de la hiperconectividad. Cae en las redes sociales como una lluvia rítmica y sin fin, muy poca gente se la toma en serio y los cristianos son los menos. De hecho, muchos abrazan la desinformación como un peligroso y cómodo estilo de vida. Aceptar esa convivencia es un acto profundamente posmoderno. ¿Qué relación hay entre Peppa Pig y el Nuevo Orden Mundial? ¿Qué tal entre un niño de ocho años adicto a la heroína y la Nueva Versión Internacional? Esta obra propone un análisis de la relación entre la cristiandad y la marea siempre creciente de fake-news. Esto es, realmente, menos un ensayo que un ruego para que la Iglesia del Dios vivo recuerde las palabras de Salomón: “El simple todo lo cree; más el avisado mira bien sus pasos”.
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